Recientes estudios de la Sociedad Española de Cardiología han revelado que un alto porcentaje de la población presenta niveles de colesterol excesivos (superiores a 240 mg/dl). Estos datos no dejan de ser preocupantes, ya que la acumulación de colesterol en las paredes arteriales puede reducir el flujo sanguíneo y desembocar en graves trastornos cardiovasculares.
El control del colesterol pasa, sobre todo, por llevar una vida saludable que incluya una alimentación equilibrada, reducir la ingesta de alcohol, no fumar, evitar el sobrepeso y realizar ejercicio físico de manera regular.
Teniendo en cuenta que entre los factores determinantes del hipercolesterolemia se encuentran las dietas inadecuadas con alto contenido en grasas saturadas, resulta evidente que tomar alimentos saludables es clave para reducir y controlar el colesterol. Y entre estos alimentos, los aceites de oliva, son de los más recomendables.
¿Cómo afecta el aceite de oliva al colesterol?
El aceite de oliva está constituido en su mayor parte por grasas insaturadas, tales como el ácido oleico, que es un ácido graso monoinsaturado, y ácido linoleico, que es un ácido graso poliinsaturado. En este sentido, se ha demostrado que la sustitución de grasas saturadas por grasas insaturadas en la dieta disminuye/reduce el colesterol en la sangre. Una tasa elevada de colesterol constituye un factor de riesgo de cardiopatías coronarias. Asimismo, los polifenoles presentes en los aceites de oliva vírgenes contribuyen a la protección de los lípidos de la sangre frente al daño oxidativo.
Los beneficios del aceite de oliva para el colesterol se obtienen a partir de una dosis diaria de 20 gramos de aceite de oliva virgen o virgen extra, unas dos cucharadas soperas. Así lo establece el Reglamento 432/2012 de la Unión Europea.
De todo ello no puede sino concluirse que resulta muy aconsejable optar en todo momento por la dieta mediterránea en la cocina y hacer uso del aceite de oliva como principal grasa para cualquier receta.
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